Electra Corredera, mi madre, historias de vidas en educación

La saludo y me ve. Me dice que quisiera escribir su historia, pero no puede porque la viene a visitar el llanto al revivir tantos recuerdos.

Cultura 12/07/2024 Redacción Redacción
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Electra Corredera

Por María José Delgado Corredera

Sentada en una silla y ante una mesa redonda de camilla, Electra empezaba a escribir la que era la historia de su infancia. Sostiene un Faber Castell del número 2 que debido a su poca fuerza entre deja ver las palabras difusas. Las letras que va dibujando son un hilo negro sobre papel rayado de una línea. El trazo es un delgado camino… es el hilo que conecta su mano con su corazón. Electra tiene noventa años y su pulso ya no es tan firme. Su mente va más rápido de lo que su mano puede escribir porque su memoria se mantiene fiel.

La saludo y me ve. Me dice que quisiera escribir su historia, pero no puede porque la viene a visitar el llanto al revivir tantos recuerdos. A sus cuatro años estalló la Guerra Civil Española y Electra se vio empujada a salir de Alameda (Málaga), su pueblo natal, en desbandá como tantas personas hicieron, andando por caminos y llevando sus hatillos llenos de incertidumbre y miedo.

Electra va relatándome su historia, primero de forma aleatoria para más tarde ordenar ella misma sus recuerdos. “¿A quién va a importarle mi vida?” — me dice, cuando toma conciencia de que estoy escribiendo su biografía—. Lo que comenzó como un relato pasó a ser una ardua investigación. Conecté con familiares de Electra y posteriormente fui a su pueblo de origen.

Allí conocí a otras personas, algunas muy mayores ya, que me contaron también los relatos de sus vidas en aquel tiempo de guerra y posguerra. Rabia y miedo que nunca les abandonó y que algunas han ocultado en lo más profundo de su diario sin letras y que han ido depositando en forma de historias a sus descendientes, manteniendo vivas las memorias que no se escribieron. Descubrí pequeños y grandes secretos de un pueblo que me abrió sus puertas. Algunas personas me pidieron que contara sus vidas por la profunda necesidad de dejar su huella, de hacer saber que existieron. Su herencia son sus relatos.

Las conversaciones con las personas mayores de nuestros días están llenas de experiencias rebosantes de sabiduría. Un conocimiento formal, o no formal muchas veces, que aporta e ilustra lo personal, familiar, cultural, social, crítico, político, geográfico y tantas otras vertientes que, de manera compleja, construyen una historia-otra propia, más cercana, más verdadera para quien la cuenta y quizás algo distantes de aquellas otras que se escribieron en los libros.

Son relatos que llenaron sus vidas a lo largo del tiempo y que van transformándose y tomando perfiles suavemente diferentes con las vivencias añadidas; a veces se suman detalles, a veces se restan, pero siempre mantienen lo genuino, lo singular de cada quien. Y esto las hace únicas y fuente de saberes para todas aquellas personas que no vivimos la sociedad de su época. Al mismo tiempo nos dan el origen, el sostén y la certeza en la que soporta nuestro tiempo y nos ayuda a comparar y a comprender, y comprendernos. Conversaciones y relatos, creencias, supersticiones, esperanzas o desesperanzas, deseos, emociones y sentimientos.

Verdaderamente lo humano es lo que resuena en lo humano. En educación buscamos hallar este fenómeno de resonancia donde los aprendizajes son significativos, donde la atención se da sin esfuerzo y donde se provoca el deseo de escuchar y compartir experiencias que provoquen conocimiento del ser humano y su entorno, sus relaciones y el mundo en el que habita y transita, atravesando el tiempo.

Buscamos la construcción de identidades de una manera auténtica, que atiendan a una ética del cuidado, a la diversidad, la complejidad, la comprensión y la delicadeza hacia los otros y las otras que conviven en nuestro mundo.

Conectemos dos miradas. Una mirada hacia aquellas personas ávidas de ofrecer y poder entregar su legado y descubrir que sus vidas tienen sentido para otros seres; y con una escucha de atención sutil al mensaje que nos resuena y nos transforma. Otra mirada silenciosa hacia nuestro interior, con el reconocimiento humilde de admiración a “los otros” que nos suman, nos enriquecen, nos abren su corazón altruista para que podamos continuar nuestro camino acompañados de sus saberes. Aprendamos a mirar.

Electra, mi madre, no solo narró; transformó con sus relatos a muchas personas que se identificaron con ella, comprendiéndola y comprendiéndose a sí mismas en las creencias recibidas de sus antepasados y asentadas en sí. La mirada y escucha a Electra también me transformó a mí.

Maria corredera

María José Delgado Corredera es Doctora en Educación y Comunicación Social por la Universidad de Málaga. Autora de artículos sobre Educación y Arte y publicaciones sobre dichos ámbitos. Titulo Superior y Título de Experta en Psicología Positiva por el IEPP-Universidad Autónoma de Madrid. En la actualidad, es Miembro del Grupo de Investigación PROCIE- Hum 619 de la Universidad de Málaga, de la que es Colaboradora Honorífica. Colaboradora con la B.E.N. Veracruzana Enrique Rébsamen de Veracruz (México).

Eviado por José Antonio Sierra 

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